“Ver el mundo en blanco y negro nos aleja de la moderación y de la paz interior porque la vida, por donde se mira, está compuesta de matices.

Querer imponer al universo nuestra primitiva mentalidad binaria no deja de ser un acto de arrogancia y estupidez.”

Walter Riso.

martes, 24 de mayo de 2011

EL DIOS EN QUIEN NO CREO.

Cómo me atrevía a decir, debió preguntarse, que no se debía creer “en el Dios que manda al infierno”, o en “el Dios que no necesita del ser humano”, o en el “el Dios al que no tengan miedo los ricos”, o en el Dios que por ser omnipotente discrimine y estigmatice a Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex, etc. ?

La esperanza en un Dios que no condene, en el Dios de la compasión entendida etimológicamente: el Dios que sufre con el ser humano; en el Dios del perdón, el Dios que ama nuestro barro, nuestras miserias, como las madres. En el Dios que se interesa por nuestro planeta tierra, por todos los desheredados del mundo; por todos los humillados; por todos los diferentes.

Hoy mientras crece el agnosticismo, curiosamente crece también la búsqueda de una imagen distinta de Dios, sin etiquetas, con el que el ser humano moderno, como el Job de la Biblia, pueda enfadarse, pedirles cuentas y hasta quejarse, como Jesús en la cruz, de haber abandonado al ser humano a su destino.

No es Dios el que está en crisis. Son esas falsas imágenes de Dios que hemos amasado con nuestra visión estrecha del misterio, de lo divino, de una fe estéril incapaz ya de mover las montañas.

Aún mantenemos un cierto paternalismo y una cierta religión del poder de relación a la figura de Dios. Palabras claves del mensaje cristiano han acabado prostituidas. Hasta la formidable palabra “misericordia”, que Jesús, siguiendo a Oseas, prefería a los “sacrificios”, ha perdido su fuerza porque se han interpretado en clave de poder, referida a Dios. Es Él quien se compadece del ser humano, porque él es el misericordioso, superior en su bondad. Jesús pensó, sin embargo en la misericordia como en la moderna “solidaridad”. De ese modo la clave de la misericordia no es la bondad de Dios hacia el ser humano a quien ayuda, sino que somos los seres humanos los que tenemos que ser “solidarios” con los demás, no porque somos superiores a los que le ofrecemos nuestra misericordia, sino porque somos iguales en dignidad, todos herman*s de una misma raza, acuñada con la imagen del Creador. Nadie es superior a nadie en la lógica de la misericordia de Jesús.

“Es mejor equivocarse siguiendo la propia conciencia que acertar en contra de ella”.

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