“Ver el mundo en blanco y negro nos aleja de la moderación y de la paz interior porque la vida, por donde se mira, está compuesta de matices.

Querer imponer al universo nuestra primitiva mentalidad binaria no deja de ser un acto de arrogancia y estupidez.”

Walter Riso.

viernes, 23 de septiembre de 2011

COMUNICADO ANTE REPORTAJE EN DIARIO LA VERDAD.


IGLESIA DE LA COMUNIDAD METROPOLITANA
CARACAS VENEZUELA


COMUNICADO


“El primer embarazo de una pareja de lesbianas logrado con procreación asistida, publicado ayer en este rotativo, generó el rechazó del clero regional. William Delgado, obispo de la Diócesis de Cabimas, enfatizó que, en primer lugar, la comunidad católica no apoya  la inseminación artificial ni la fecundación in vitro, ni la transmisión de embriones”.

La Iglesia de la Comunidad Metropolitana, comunidad Cristiana Ecuménica Inclusiva hacia el Colectivo LGBTI fundada en el año 96 y entre sus objetivos están:

“La Defensa y la Promoción de los Derechos Humanos de las personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersexuales velando porque estos derechos no sean menoscabados por las creencias o instituciones religiosas que invocando sus dogmas pretendan fundamentar o justificar actos discriminatorios o generar desigualdad ante la ley”.

“La familia es una unidad de convivencia  basada en el amor, la solidaridad y el
cuidarse mutuamente, potenciando el desarrollo personal de cada uno de sus
miembros. Es el amor lo que crea una familia, ni más ni menos”.

Se comprueba una vez más que, en un mundo que avanza y evoluciona acorde con el tiempo, las instituciones que se basan en dogmas de fe y en concepciones ideológicas arcaicas, rígidas y sin lógica, si no se adaptan a la evolución natural de las sociedades, van quedando rezagadas, pierden credibilidad, y hacen el ridículo en su empeño por conducir la conducta de los pueblos, basándose en la premisa de poseer “la verdad absoluta”.

Se ha presentado una idea central: la familia de hoy, el “núcleo de la sociedad”, que ha estado encargada de la administración de formas, prácticas y ritos sociales entre sus miembros, forma parte de una asignación histórica, que puede ser rastreable en la temprana modernidad; y las formas tradicionales que la caracterizan, como por ejemplo la idea de una “familia modelo”, son parte de una estructura más compleja, legitimada social y jurídicamente, que evidencia el afán hegemónico de control y dominación, mediante estrategias y dispositivos como: el matrimonio, la imposición del afecto, la “naturalización” del amor maternal, la sacralización de la herencia, etc.

Al advertir sobre las transformaciones que ha sufrido el matrimonio y la familia como instituciones y al mostrar sus transformaciones desde las ciencias sociales, se ha querido evidenciar el trasfondo formal, antes que natural, que ostenta dichas organizaciones.

 La situación de la familia de hoy no es una crisis aguda sino un proceso de cambio, pues más que ser un espacio de socialización, goza de un aval jurídico que poco a poco cambia de forma sin que las personas del común noten las implicaciones de la misma.

Contrario a lo que se cree, las intenciones por alcanzar el derecho a establecer vínculos matrimoniales entre personas del mismo sexo no forman parte de un plan para deteriorar esta institución: por el contrario, para algunos intelectuales que se han aproximado al tema de la diversidad sexual, la reivindicación del matrimonio homosexual es una forma de perpetuación de los modelos jerárquicos y hegemónicos, es decir: de repetir el modelo heterosexual que establece una asimetría entre hombre y mujer.

Es importante destacar el papel que tuvo la idea de “civilización” en el discurso de las ciencias sociales acerca de la familia. En medio de la tensión permanente entre individuo y sociedad, la familia se convierte en un recurso que permite enfrentar la incertidumbre de la exigencia social, por medio de los afectos restringidos, por la vinculación permanente a un círculo estrecho conformado básicamente por lazos de sangre y de parentesco legal.

Si partimos de comprender las reivindicaciones de los sectores discriminados por su condición sexual, como una forma de transformación social y política positiva, lo que deteriora son los cimientos más controversiales de la discriminación y de la exclusión y justamente aquellos que, al revisarse, al reconstruirse, pueden generar transformaciones sociales significativas.

Las reclamaciones por la posibilidad de generar una unión de parejas del mismo sexo, elevadas por organizaciones de apoyo a personas de sectores de diversidad sexual y de género, no solamente en Venezuela sino en buena parte del mundo occidental, son de carácter legal, más que simbólico.

El aporte de las parejas homosexuales, así como de hijos o hermanos que expresan su diversidad sexual a la institución familiar está en el desafío simbólico que presentan a la institucionalidad. Al promover mecanismos alternativos para acceder a la parentalidad –tales como: la inseminación y la fecundación in vitro, la asistencia gestacional, la multiparentalidad, etc. –, y a la transformación de la dinámica familiar, no tanto en la presencia de dos padres o de dos madres sino en la apertura a espacios de diversidad y el reconocimiento temprano de la diferencia, se convierte en un potente contradictor de las tradiciones que convierten estos vínculos en esquemas de discriminación y exclusión.

A lo largo de la historia, el poder se ha erigido sobre las diferencias en torno a lo sexuado y lo sexual y las teorías de género perciben en su mayoría el género y la sexualidad ligadas históricamente y también ligadas en forma intrínseca. 

La diversidad debe entenderse como un hecho de la sexualidad humana y no puede interpretarse como marginalidad, perversidad o anormalidad.

Debe reconocerse la diversidad como derecho a la diferencia, a la ambigüedad y a la singularidad de cada ser humano. No habrá democracia verdadera sin este reconocimiento. El estudio cuidadoso de la sexualidad se refleja en los diversos movimientos que han surgido y surgen contra la imposición binaria de la sexualidad como forma de identidad plasmada jurídicamente  con base en el sexo anatómico (biológico) que desconoce otros componentes como género (social) y erotismo (atracción por el otro).

Los científicos dicen: Existen una amplia evidencia que muestra que los menores criados por progenitores del mismo sexo se desenvuelven igual de bien que aquellos criados por progenitores de distinto sexo. Más de 25 años de investigación documentan que no existe relación entre la orientación sexual de los progenitores y cualquier medida de adaptación emocional, psicológica y conductual del menor. Estos datos han demostrado que no existe riesgo para los menores como resultado de crecer en una familia con uno o más progenitores gays.

Contrariamente a los estereotipos predominantes en nuestra sociedad, en varios estudios se ha reconocido que los padres homosexuales muestran una actitud de mayor cuidado, se involucran más y ven su papel como padres de forma más positiva que los padres heterosexuales . Según la  Academia Americana de Pediatría, crecer con padres homosexuales puede conferir algunas ventajas a los niños, puesto que esos padres han sido descritos como más tolerantes  a la diversidad y más cuidadosos respecto a niños más pequeños que los hijos de padres heterosexuales.

  
Por lo tanto:

- Como comunidad hacemos frente a corrientes de opinión fundamentalistas o esencialistas por las cuales se quiere visualizar a la familia en singular, es decir, en una esencia o paradigma excluyente que no reconoce la diversidad en las que están representadas distintas formas de familia.

-   Las personas LGBTI no son ciudadanos de segunda categoría, tienen los mismos deberes asignados a todos los demás, por lo que no deben sufrir un menoscabo en sus derechos, entre los cuales está la libertad de formar una familia y contraer un matrimonio, si así lo desean y buscar apoyo e información en las ciencias médicas para el logro y disfrute de sus libertades individuales.

- Las personas LGBTI en relaciones de pareja son  “tan capaces como los  cónyuges heterosexuales de expresar y compartir amor en sus variadas formas”. Son, de igual manera  “tan capaces de formar relaciones íntimas, permanentes, comprometidas, monógamas, leales y duraderas; de otorgar apoyo emocional y espiritual; y de proveer cuidado físico, apoyo financiero y asistencia en un hogar común. Ellas y ellos son capaces de manera individual de adoptar niños y en el caso de lesbianas tenerlos”. 
En resumen,  “tienen la misma habilidad de establecer un consortium omnis vitae”. Finalmente, son “capaces de constituir una familia, ya sea nuclear o extendida, y de establecer, disfrutar y beneficiarse de la vida en familia” de una forma que  “no es distinguible en ningún aspecto significativo de cónyuges heterosexuales”.

- El derecho a una vida libre de injerencias arbitraria, la prerrogativa que tienen los individuos para no ser interferidos o molestados, por persona o entidad alguna, en el núcleo esencial de las actividades que legítimamente deciden mantener fuera del conocimiento público, protegiendo la tranquilidad y la dignidad de las personas, asegurándoles el libre desarrollo de su personalidad.

- El derecho a la vida privada para las personas LGBTI  debe ser analizado  con base  en el principio de  igualdad y de  no discriminación: por lo tanto tal derecho no  debe ser diferente que el de una persona heterosexual; no  sólo  debe limitarse al auto reconocimiento, sino que debe incorporar el derecho a desenvolverse como tal, con la posibilidad de realizar todas las actividades que redunden en su desarrollo y felicidad, lo cual incluye por supuesto  el derecho de poder elegir su propio compañero de vida y poder institucionalizar esta unión que sea homosexual o heterosexual.






César Sequera Núñez
Líder Pastoral
Iglesia de la Comunidad Metropolitana
Email: icmmisioncaracas@gmail.com

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